De los escribientes de Borges y otros laberintos

Portada de Los falsificadores de Borges

Nota para los lectores del rincón del vago: En su libro “Los falsificadores de Borges”, el periodista Jaime Correas confirma que Jorge Luis Borges es el autor del soneto “Aquí. Hoy”, de cuyo primer verso, “Ya somos el olvido que seremos”, Héctor Abad Faciolince tomó el título de su libro “El olvido que seremos”. En una mañana de 1985, Borges recibió la visita del poeta francés Jean-Dominique Rey, la italoargentina Franca Beer y el pintor Guillermo Roux. El trío le pidió a Borges unos poemas inéditos para una publicación. Borges aceptó y el resultado del encuentro es el ensayo “Buenos Aires, La Boca et Borges” publicado en la revista “Supériur Inconnu” no. 4 en 1996. Franca Beer copió y guardó los seis poemas que Borges les entregó. Más tarde cinco de ellos fueron publicados por Ediciones Anónimas, la editorial de un grupo de jóvenes mendocinos liderados por Jaime Correas. Dedican este pequeño volumen como homenaje póstumo a Borges. Algunos de estos ejemplares llegaron a Colombia, la revista Semana hizo eco de ellos en 1987 y Héctor Abad Gómez, el padre de Abad Faciolince, los leyó en un programa de radio y transcribe “Aquí. Hoy” en una hoja que llevará consigo en el bolsillo hasta su vil asesinato por paramilitares colombianos.

 

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Para los seguidores de Borges, la lectura de Los falsificadores de Borges puede ser otra, donde la autoría no es tan relevante. Vamos por partes. Primero un antecedente clave, la anécdota maravillosa de Harold Alvarado Tenorio que rescata Correas: en 1972 Alvarado Tenorio se inventa un prólogo de Borges para su libro Pensamientos de un hombre llegado en invierno. Un sabueso de la verdad, el periodista Álvaro Bejarano del diario El País de Cali –en cierto modo el precursor o el personaje que prefigura a Correas– se lanza a averiguar la historia del prólogo de Borges, pues no le parece que semejante titán le escriba un prólogo al poeta colombiano. Consulta sus fuentes y finalmente logra que otro periodista, Jorge Di Paola, visite a Borges en la Biblioteca Nacional de Buenos Aires para corroborar si es el autor del prólogo o no. Vale la pena transcribir el desenlace de la historia:

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