Obscenidades líricas

Marcaría con la lectura de Kundera, a mis 22 años, el inicio de mi vida adulta, una nueva afección del síndrome de don Quijote motivada por esa celebración de la vida libre e independiente que hace el escritor checo, esa apertura al mundo donde no existen los padres y se camina por la vida por sí mismo. Era además muy emocionante compartir fragmentos de las novelas con C. en Guarinocito. Cuántas horas de risas no le debo a Kundera. La vida está en otra parte fue la tercera o cuarta novela que leí de él, creo que debió de ser la primera, el retrato del adolescente que termina naufragando en el líquido amniótico para saltar a la superficie como un hombre adulto. Ayer que leí este tweet de Jodorowsky pensé cómo es de poderoso ese líquido amniótico:

Cuando leí las reflexiones de Kundera contra el lirismo sentí un gran placer. Alguien verbalizaba con gran ironía todo aquello que me molestaba de esa sensiblería sin sentido. Ya de niño era una obscenidad lírica escuchar a Sabú cantando Manda rosas a Sandra, una de las canciones preferidas de mi mamá. Desde entonces me viene el mal hábito de decir cuán mal me cae cierta música sin tener la mínima consideración de que a otra persona le puede gustar mucho y se puede sentir incómoda por mi comentario. Trato de controlarme, pero todavía me pasa. Como esta mañana, cuando por esa crisis informativa que produce el verano en Europa y EUA, los periódicos están llenos de cualquier cantidad de rellenos. El de hoy era que Laura Pausini mostró sus partes íntimas en un concierto.

Hasta donde recordaba, Laura Pausini es una cantante que desborda lirismo. Que se desnudara en un escenario era algo que no me cuadraba. Caí en la trampa. Lo que me pareció obsceno fue la cantidad de músicos que la acompañan, por lo menos 30, para enfatizar el melodrama. Pura música para preservar a sus oyentes en líquido amniótico.

Hace poco perdí una apuesta. Salí con E. a conocer un restaurante thai (rico pero no tanto) y al momento del postre empezó a sonar una música exquisita. Reconocí el vibráfono de Milt Jackson, por lo que dije que era el Modern Jazz Quartet. E. me dijo que no era el MJQ. “Un disco en colaboración con Miles Davis”, dije al escuchar su trompeta. Apostamos la cena. E. activó su Shazam y en efecto eran Miles Davis y Milt Jackson pero no el MJQ:

Bags’ Groove fue un postre exquisito. Los ojos cerrados de E. disfrutándolo anunciaban una fiesta. El contraste de ella con una fan de Laura Pausini me hace pensar, de manera espontánea, en una segunda máxima de pareja. Para los lectores desprevenidos, la primera es: Mujer que jode, mujer que se va. Según C. el corolario de esta máxima es: Se va a quedar solo porque mujer que no jode es hombre (ya me imagino a las que joden jodiendo por esta frase). La segunda que se me ocurre, parafraseando el estilo de Twitter, es: Si le da play a Laura Pausini (et al.), déjala ir. Pagué con gran placer mi apuesta y le dejé una propina extra al DJ.

Otro postrecito:

Y para cerrar (o empezar) la noche: